Así, sí

Por un momento, creí estar reviviendo el cada vez más lejano día en el que Lourdes ganó su inmunidad. La única hasta ahora, y me temo también que hasta el final.

Sin embargo, para lo bueno y para lo malo, Jonathan no es Juanfran. A la injustificada inseguridad del pacense se contrapone la confianza del italiano; a la parsimonia del extremeño, la visceralidad del lombardo.

En ambos casos el resultado fue magnífico. Quizás no tanto hoy, pero la dificultad de la coreografía y las circunstancias que la rodeaban justifican la comparación. Pero también en ambos casos, Lourdes estaba presente. La dedicación al trabajo de la sirenita, ciertamente exasperante en algunos casos, casaba bien con el sosiego de Juanfran, sin duda alguna.

Pero con Jonathan, espíritu libre donde los haya, la cosa resulta un poco más complicada, porque el bambino no parece estar dispuesto a que le exasperen lo más mínimo:



Pasemos por alto la escasez de segundos dedicados a la reveladora conversación final, y de paso dejemos que Marbelys se autoatribuya méritos de terapia psicológica. Dos no discuten si uno no quiere, por la misma razón no se reconcilian sin el concurso de ambos. Y lo que opinen los demás sobra.

Si el camino pedregoso de las últimas semanas sirve para que Lourdes deje de agobiarse inútilmente (¿o alguien ha oído hablar de agobio productivo?), y Jonathan comprenda que a veces hay que dejar de lado el individualismo (sin que ello suponga perder una pizca de la personalidad), habrán recibido una lección más importante que cualquiera de los premios que puedan ganar durante el concurso. Por supuesto, sin que tengan que renunciar a obtenerlos...



Creo que ninguna discusión habrá si afirmo que pocas parejas serían capaces de presentar en tan sólo dos días un trabajo así. De aquí al viernes, la coreografía será magnífica. Y muchas bocas tendrán que callar.

Lo que haya de ser, será. Pero al menos hoy podemos ver el partido del Barça tranquil@s. O no, dependerá de los gustos de cada un@.

Por desgracia, Lupi ha cometido el, para un moribundo sector de la sociedad, imperdonable error de cruzar la línea que separa a la muñequita sexy y tontita de la mujer con las ideas bien claras. Sector moribundo, pero, como los toros en tal situación, capaces de morir matando. Tal es el signo de los tiempos que nos ha tocado vivir, pero también de los tiempos que podemos cambiar para mejor. Sirva como consuelo que Jonathan no parece estar anquilosado en ese sector.

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